Padre, ¡feliz día!

Conforme crecemos vamos teniendo una imagen de nuestros padres. Aclaro que en este escrito dejaré totalmente fuera cualquier paternidad ausente o irresponsable, incluso abusiva. Hoy solo quiero honrar a los padres imperfectamente amorosos de sus hijos.

De pequeños, son como héroes, altos, fuertes, lo saben todo. En la adolescencia, parecen menos sabios, ¡ah! pareciera que mucho de su trabajo es incomodar, por que para ser sin intención, lo hacen muy seguido. ¿O no? Luego, crecemos, los convertimos en abuelos y son seres frágiles y hermosos, colmados de sabiduría y dignos de todo respeto. ¡Hay del nieto que no salude al abuelito!

Sin embargo, habrá quienes creen que al llegar a ese extremo de la vida sus aportes se disminuyen. Pero cuánta equivocación. La etapa de mi vida en la que más me disfrute a mi papá fue de sus 70 años en adelante. Me acompañó en mis primeras clases de manejo, me incentivó a terminar mi EPS cuando un día, cansada de todo, me fui a tomar un café con él porque no quería avanzar y él solo me dijo, “tranquila, pero vas a tener que regresar”, regresé y me gradué y obtuve una segunda titulación. También me dijo que ya mero iba a manejar mejor… con eso aún sigo avanzando.

Cada vez que quería saber una opinión interesante en torno a una decisión de gobierno, por quién votar, cómo estaba el clima en X o Y país, si viajar o no. Todo el tiempo tuvo palabras que en realidad me interesaba escuchar, con puntos de vista tan interesantes, argumentos y una consciencia avanzada.

En este día del padre no podremos celebrar como habíamos pensado, él estará discutiendo algún tema de interés en el cielo, se fue el sábado. Pero no quería dejar de compartir y honrar sus 84 años. Mantuvo lucidez, fuerza espiritual y física, una capacidad de resiliencia envidiable y una palmada en la espalda que siempre me animó a avanzar. A veces creo que él creía que yo todo lo podía lograr.

Ahora que no está, se le extrañará enormemente, pero sé que está en un lugar mejor. Si me permiten la invitación o el recordatorio, veamos más allá del cuerpo cansado y frágil de un adulto mayor. Mucho de lo que soy viene de ese hombre fuerte que, hasta el último momento, me enseñó a tener temor de Dios, pasión por mi trabajo y una gran calidad humana.

claudialujants@gmail.com



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