Realización de la mujer en la familia

​Recuerdo que desde pequeña, siempre me gustaron mucho los niños.  Me encantaba jugar con ellos, cuidarlos, enseñarles lo que yo sabía. 

​Por Ligia Vindas de Pazos
 
​Cuando estaba en primer grado, se me facilitó el aprendizaje de la lectura y de la escritura, por lo que mi profesora me escogió para ser la tutora de aquellas compañeras a las que se les dificultaba este proceso. Creo que fue en ese momento en el que decidí que cuando fuera mayor, me convertiría en maestra.Entre decidirlo y hacerlo realidad, fue un abrir y cerrar de ojos. Estudié magisterio y cuando estuve lista, empecé a trabajar como Maestra de Educación Primaria.  No me arrepiento de esa decisión, ya que no solo me ayudó a realizarme profesionalmente hablando, sino que me ayudó a prepararme para lo que sería mi labor como madre, la cual, hoy en día, es mi mayor orgullo.

El ser maestra, me proporcionaba el tiempo, la energía y el espacio, para hacer lo que más me gustaba, pero también, me daba la oportunidad de dedicarme a mi familia, que era lo más importante en mi vida.  Me gradué de una Licenciatura en Psicología Clínica, y, a medida que mis hijos fueron creciendo, me animé a seguir estudiando, logrando, más adelante, obtener dos Maestrías: una en Educación en Valores, y la otra en Asesoramiento Familiar.

Ambas maestrías, junto a la carrera de Psicología y a la de Magisterio, me ayudaron a tomar las mejores decisiones con respecto a la educación de mis hijos, quienes hoy en día, son tres jóvenes adultos, responsables, con valores enfocados en obtener sus metas en una forma integral.

En cierto momento de mi carrera profesional, me tocó tomar una decisión, que si bien no fue fácil, sabía que era la correcta y me llenaba de satisfacción. Decidí realizar un acompañamiento mucho más cercano y directo en la formación y educación de mis hijos, por lo que dejé de trabajar fuera de casa, y me quedé con un horario mucho más flexible, que no interfiriera en lo que yo había definido como primordial.
Sé que en este mundo actual, el hecho de que una mujer se haya preparado académica e intelectualmente, y haya tomado la decisión de trabajar en su casa, con su familia, muchas veces no es muy aplaudido; al contrario, se le minimiza, porque no hay un valor monetario tangible en este trabajo.  Pero el valor “intrínseco” que lleva el haber podido acompañar a mis hijos, en su educación, formación y crecimiento tan de cerca,  es un privilegio del cual siempre voy a estar muy agradecida, porque ahora, que ya vuelan por ellos mismos, puedo ver el resultado real que conlleva el acompañamiento que pude darles.

No pretendo ser categórica en esto, y aseverar que “los hijos de mamás trabajadoras a tiempo completo no pueden ser buenos adultos”, porque no se trata de generalizar.  Pero por mi experiencia personal, y por lo que he estudiado y leído, si soy de la idea, que los hijos deberían de poder gozar del acompañamiento directo de los padres en su formación y educación, o por lo menos de uno de los dos, ya que, especialmente en estos tiempos que estamos viviendo, hay muchos distractores negativos y dañinos, que están a la espera del descuido de los padres, para acechar a nuestros hijos. En lo personal, me siento realizada con la misión de educar a mis hijos y con la satisfacción de una obra bien hecha.

Actualmente, me encuentro en una etapa en la que puedo disfrutar de los frutos de mi trabajo, de tiempo para mi y para seguirme cultivando, y de una relación plena y llena de amor con mi esposo. 

Si me lo preguntan, puedo asegurarles, con toda honestidad, que nunca me arrepentí y no me arrepiento de la decisión que tomé.

 

One Comment

  1. katy perez-
    8 marzo, 2017 at 4:46 am

    me.encanto este.parrafo