El asunto de los bebés reborns es cada vez más alarmante. Ha dejado de ser un asunto de señoras coleccionistas y ha pasado a proponerse como una de las tantas formas que puede adoptar una familia. 

ImagenMuñeca Reborn

Por Andrea Motta

Confieso que las imágenes me desconcertaron. Sabía que el objetivo del programa era justamente ese: producir asombro es la audiencia. Por eso quizá eligieron dos polos: una familia numerosa (creo que eran 12 o 16 retoños) y una pareja que había adoptado a una bebé reborn como una auténtica hija. 

Confieso también que al inicio, esperaba que la protagonista sonriera y dijera ¡por inocente! o algo así, pero nunca lo hizo. De repente desfilaron ante las cámaras su esposo, su familia y amigos. Todos tratando a la muñeca como un verdadero miembro de la familia. No puedo negar que el juguetito era una verdadera preciosura, pero… hasta allí. 


Me acuso porque pensé que la protagonista estaba loca cuando afirmó que había dejado de trabajar tantas horas al día porque quería pasar más tiempo con su niña ¿Qué es esto? De verdad, me desconcertó. Recordé una frase de mi hermano: «Lo que hace la gente por salir en la televisión». Pero cuando investigué un poco más, no solo sobre esta pareja sino sobre la tendencia de adoptar bebés reborn, no tuve más que reconocer que el asunto es serio y que las parejas se lo toman a pecho. 

En mi infancia, existían las Repollito y recuerdo que traían algo así como una fecha de adopción y un certificado. Asistí de hecho a la celebración del cumple de una de estas muñecas. Total, de niña uno solo piensa que va a comer pastel.

Pero en mi opinión, no solo por su hiperrealismo sino por lo que están representando para las personas, el asunto de los bebés reborns es cada vez más alarmante. Ha dejado de ser un asunto de señoras coleccionistas y ha pasado a proponerse como una de las tantas formas que puede adoptar una familia. 

¿Cómo decirles que no es una familia si, según ellos, bajo su techo se albergan los mismos valores que los de cualquier otro hogar? Una respuesta acertada la encontré en el libro Repensar la familia de José Pérez Adán. En este se brindan tres características que definen a una familia funcional no desde el punto de vista moral sino social, es decir lo que la sociedad demanda de la familia. Y estas son:

– Capacitar para la socialización
– Equidad generacional
– Transmisión de cultura
– Efectuar cierto control sobre sus miembros 

De más está decir que ninguna de estas se presenta en el caso de la pareja mencionada. Podrá existir una relación afectiva estable entre los esposos y su «nena», pero esta relación no es sinónimo de una familia funcional tal y como la la humanidad la necesita para progresar socialmente.

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